Estoy deprimido

Cuando
nos deprimimos nuestras emociones cambian sensiblemente.
Puede que experimentemos
muchas ganas de llorar, tristeza, irritabilidad o ansiedad. Podemos
notar cansancio continuo y excesivo, pérdida de apetito, problemas
de sueño, tensión muscular, opresión en el pecho, y mucha otras
emociones negativas. Tendemos a ver el lado oscuro de las cosas; la
realidad se tiñe de pesimismo y negatividad. Solemos pensar mal
acerca de nosotros mismos, nos desvalorizamos y nos culpamos por
muchas cosas que hicimos. Nuestra autoestima se reduce
significativamente. El mundo nos parece un lugar hostil y absurdo en
el que vivir. No entendemos la vida, ni como ni porque suceden las
cosas. Podemos creer que los demás no nos tienen ningún aprecio y
que incluso nos rechazan. El futuro se percibe como un callejón sin
salida, sin esperanza, con pocos deseos de continuar. Nuestra forma
de actuar cambia, tendemos a ir reduciendo nuestras actividades,
dejamos de salir, de ver gente o incluso, de ir a trabajar.
Pero,
¿por qué nos deprimimos? Para que una persona se deprima sería
necesario que a su alrededor se produjeran cambios percibidos como
desagradables, estos cambios implicarían la perdida de algo
significativo, como los producidos por la muerte o enfermedad de
personas queridas, enfermedad propia, problemas de pareja o
familiares, problemas o perdida de trabajo, problemas económicos o
cualquier otro acontecimiento que implique que la persona se vea
privada de algo que considera importante.
Desde
esta perspectiva, ante la ocurrencia de alguno de estos hechos la
persona pasaría por un periodo normal de tristeza, pero si no sabe
afrontarlo con eficacia, comenzaría a deprimirse.
Además
de estos factores precipitantes, debemos tener en cuenta otras
variables propias de cada individuo que pueden hacernos vulnerables a
sufrir este problema, como tener un estilo de vida donde se disfruta
de pocas actividades agradables, una forma de pensar pesimista basada
en creencias negativas sobre uno mismo, el mundo y los demás,
carecer de una red social de apoyo adecuada, tener un déficit de
habilidades a la hora de relacionarnos o dificultad para resolver
problemas.
Por
eso, nuestro trabajo debería comenzar por prevenir este estado,
rodeándonos de cosas que nos hagan sentir bien, de familiares, de
amigos, de un trabajo que nos guste, de aficiones, de todo aquello
que nos produzca satisfacción y haga de “colchón” para los
malos momentos. Seamos mas optimistas, más tolerantes, menos
auto-exigentes, dejemos de castigarnos por lo que hicimos mal y
pongamosle remedio. Aprendamos aquellas habilidades de las que
carezcamos para enfrentar mejor la vida; así cuando las perdidas
llamen a nuestra puerta, estaremos más preparados para afrontar y
superar las adversidades.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.