Seguro que alguna vez, en medio de algún desengaño amoroso, alguien te ha dicho que “tu media naranja esta esperándote”, que hay alguien ahí fuera para ti, alguien que te completa, tu otra mitad…
Si esto es así, entonces…, ¿somos media naranja? Esta metáfora implica que mientras no encontremos la pareja ideal, nuestra otra mitad, estamos incompletos…, pensar así conlleva una gran repercusión en nuestra salud emocional y nos convierte en personas carentes de “algo” que sólo conseguiremos obtener si estamos en pareja, implica que somos seres a medio terminar y eso nos deja en desventaja para enfrentarnos a la vida y nos condiciona a depender de otra persona para estar “terminados” y poder funcionar correctamente, así que no alcanzaremos nuestra estabilidad emocional si no es a través de otro.
Totalmente FALSO, todos somos “naranjas completas”, no vamos por la vida faltos de medio cuerpo, somos individuos completos, no necesitamos del otro para vivir: respiramos, comemos, trabajamos,… como personas independientes y es no sólo posible; sino imprescindible alcanzar nuestra estabilidad emocional como individuos para poder establecer relaciones de pareja sanas donde vayamos a esa relación a compartir y no a asumir o suplir las carencias del otro, esto además
de suponer una desventaja implica que seríamos responsables del bienestar del otro. Nuestra estabilidad emocional debe depender de nosotros mismos y no dejar esta pesada carga bajo la responsabilidad de otros, no sería sano, ni justo.
Hemos crecido entre cuentos de Príncipes azules y Princesas que necesitan ser rescatadas y donde el amor romántico ha establecido roles diferentes entre hombres y mujeres creando unos estereotipos donde al hombre se le atribuyen características como la fuerza, la valentía, la racionalidad, la independencia, y que convierten a la mujer en un ser emocional, frágil, dependiente, sumiso…, etc; pero en la vida real estas característica se entremezclan en ambos sexos, todos compartimos rasgos de uno y otro tipo, no hay nadie completamente racional o emocional, fuerte o frágil…
Aquí nadie necesita ser rescatado salvo por uno mismo, todos tenemos en nuestra mano la posibilidad de ofrecernos lo que necesitamos para sentirnos bien…ser nosotros mismos, estar a gusto con lo que somos y con lo que tenemos.
No confundamos “estar enamorados” con el “amor”, el enamoramiento es una etapa preciosa de gran explosión emocional, que implica una respuesta fisiológica intensa ante la persona de la que estamos enamorados, durante este periodo proyectamos en el otro gran parte de las cualidades que queremos ver, no siendo del todo objetivos en nuestra valoración de la otra persona, además también mostramos lo mejor de nosotros mismos porque queremos gustar y es con el paso del tiempo, el compartir y las experiencias en común cuando vamos mostrándonos por completo y descubriendo quien es el otro en realidad; y es ahí donde ese enamoramiento puede llegar a transformarse en algo distinto, un sentimiento no menos intenso, pero si mas estable y profundo.
El amor no termina cuando se acaba el enamoramiento, de hecho hay parejas que con el paso de los años continúan sintiéndose enamoradas, éste es solo el principio; y luego si la pareja crece con el conocimiento mutuo, alimentando cada día la relación con gestos y palabras de afecto, cuando eres capaz de ver al otro tal y como es y aún así compensa,… se instala el AMOR.
Querer bien a alguien implica no trata de cambiarle, permitirle ser él/ella mism@, darle alas, animarle a alcanzar sus objetivos en la vida, apoyarle en sus proyectos, verle desarrollarse como persona, enorgullecernos de ello y ver devuelto todo esto de la misma forma, si es amor es reciproco y bidireccional!