Somos mujeres y somos poderosas.
Desde que el ser humano pisó la tierra, hemos dado vida y la naturaleza nos ha guiado.
Nuestro sabio cuerpo tiene la fórmula secreta de la vida y con solo unas células podemos crear una persona nueva y única.
Durante siglos hemos dado a luz, solas, entre otras mujeres, acompañadas de la tribu.
Los plazos los ponía nuestro cuerpo y la naturaleza seguía su curso. A veces con éxito la vida se abría camino, otras no…
Gracias al desarrollo tecnológico y a la medicina, muchas mujeres y sus bebés sobreviven a partos complicados y situaciones extremadamente delicadas. Muchas veces la intervención en el parto es necesaria e incluso supone la diferencia entre vivir o morir. Para estas mujeres y estos niños antes no había alternativa ni futuro, y por todo esto debemos estar agradecidas. Yo lo estoy.
Sin embargo, las mujeres de hoy poco sabemos de nuestro cuerpo, de los procesos biológicos del mismo, del parto y de nuestras capacidades.
Crecí pensando que para tener un bebé había que ir al hospital y que la intervención en el parto era normal y necesaria, prácticas como la episiotomía, la epidural, el uso de oxitocina, indispensables e inevitables.
¿Pero acaso nos hemos planteado otra cosa durante años? Muchas mujeres de mi generación no. Yo misma no.
Los partos en nuestra sociedad se programan en función de necesidades que no son estrictamente médicas, se proporciona oxitocina sintética a nuestro cuerpo privándonos de los beneficios de secretar nuestra propia hormona para nosotras y nuestros bebés, nos sometemos a exámenes continuos, monitorización, tactos, profesionales sanitarios entrando y saliendo, luz, ruidos, etc. Sentimos miedo del dolor, nos sentimos pequeñas y asustadas ante un proceso que nos es desconocido pese a ser mujeres y llevarlo grabado en nuestro ADN desde el inicio de la vida.
A mí me ha pasado, me he sentido pequeña e infantilizada ante algunos profesionales sanitarios, ante una revisión ginecológica, cuando he pedido información, he sentido vergüenza de preguntar determinadas cosas, me he sentido ridícula e inútil, desautorizada ante un acto y unas circunstancias que eran mías y sobre las que sentía no tenía ningún control, ningún control sobre mi cuerpo, mi embarazo, mi parto…pero ¿de quién es este bebé? ¿Quién va a parir?
Ahora hay una cosa que se llama “parto respetado”, esto me hace pensar… ¿Respetado? ¿No debería ser respetado siempre? ¿Solo hay unos pocos profesionales que practiquen el parto respetado?… Me parecen maravillosas las premisas que defiende esta corriente, y sinceramente deberían estar presentes siempre en todo el sistema sanitario, pero ¿qué sucede cuando el parto soñado se convierte en otra cosa?,¿O cuando una mamá desea otro tipo de parto?…
Desde mi punto de vista, cualquier parto es respetado, siempre que sea respetuoso con los deseos de la mujer, ya sea parto natural, programado o cesárea.
No soy una defensora a ultranza del parto natural, aunque conozco sus beneficios y me hubiera encantado tener uno, ni detractora de la cesárea, que salva vidas, mi hija nació así. Creo que deberíamos alejarnos de partos o experiencias idealizadas, que cuando no salen como esperábamos se vuelven dolorosas, culpabilizadoras o traumáticas incluso.
No debería faltar nunca la información para tener opciones, porque sin toda la información estamos abocadas a la sumisión y a seguir el camino que ofrece el sistema sin plantearnos si es adecuado o no para nosotras.
Una buena comunicación entre médico y paciente cálida y afectuosa, durante el embarazo y el parto, educar a la futura madre para un parto realista que pueda en un momento dado desviarse de sus deseos, conocer posibles situaciones especiales de antemano, incluso las peores, formar e informar, son requisitos imprescindibles para proteger la salud mental materna en un momento de extrema vulnerabilidad.
La información es poder.
Poder para elegir libremente.
Nosotras somos poderosas.
Sencillamente real. Real y sí,impresionante. Muchas hemos vivido la maternidad de forma similar, hemos vivido la experiencia de un embarazo y un parto casi igual a como la relatas. Casi sintiéndote lejana a tu propio parto por la desinformación que sobre el mismo nos dan. ¿Preparación al parto? Bueno, omitiré comentarios. ¿Información de alternativas? Cero. Soy madre de dos chicos maravillosos, ya no son pequeños, pero el recuerdo del parto es un acontecimiento tan intenso que por mucho años que pasen, el recuerdo permanece imborrable. Muchas, muchas horas de parto, agotada y exhausta, sin información y con el miedo de un primer parto que "amenazaba" cesárea, tuve la suerte y fortuna de un cambio de equipo médico (sí, para tanto dio la espera) que me informó y aconsejó. Son momentos que no olvidas. Cuando ese equipo médico "se quita la bata" y se humaniza. Cuando se acercan a ti y te hablan con calor humano. Cierto Cristina, la información es poder. Siempre y en cualquier área de nuestra vida. Y en esta, más importante aún.